La crisis mundial, en sus diversos órdenes, se profundiza. Esta civilización, dependiente de los combustibles fósiles, va llegando a su límite, por lo que debe transitar hacia otras formas de producción y consumo sobre una matriz diferente a la trazada por el modelo capitalista de crecimiento a escala ascendente, en tanto que la supervivencia y cuidado de la vida está en juego. Sin embargo, los poderes globales insisten en sostener un modelo devastador y el impacto lo sentirán los pueblos: migraciones, hambre, alto costo de vida, entre otros hechos que exigen, desde los múltiples abajos, movilizarse de manera fuerte y aunar fuerzas para mover las esenciales transformaciones que los Estados no desean llevar a cabo.