Se expone una reflexión frente al rol de la educación con sentido,
donde para buscar respuestas, es bueno trabajar metódicamente
con los educandos, dedicando más tiempo al análisis crítico de
nuestros lenguajes, de nuestras prácticas y en especial de nuestra
vida cotidiana. En esa actividad aprenderíamos juntos a observar,
comparar, seleccionar y establecer las relaciones entre los hechos y
los discursos; ejerciendo el derecho a preguntar, discrepar, criticar,
a ser curiosos, creativos abiertos y democráticos. Sin duda es un reto
que vale la pena asumir, pero es imposible si no lo deseamos, si no
restablecemos el impulso creativo que nos permite soñar con un país
donde la vida tiene valor y las personas tienen y pueden llegar a ser
sujetos capaces de ejercer democráticamente sus derechos como
ciudadanos. Todo esto requiere de los educadores altas dosis de
creatividad, energía, amor, respeto, diálogo y solidaridad.