Paulo Freire y la historia reciente de la educación en México no pueden entenderse por separado. Viajó por primera vez a este país en 1968 y lo visitó con cierta frecuencia en las dos décadas siguientes. Sus ideas circularon tanto por los sectores educativos institucionales, reducidas a simples técnicas de alfabetización, como por contextos subversivos en los que funcionaron como un potente vector de transformación social. Por otra parte, México facilitó la proyección del pensamiento freiriano en el horizonte hispanohablante y lo enriqueció con unas experiencias educativas rurales que echaban raíces en el proyecto revolucionario y en los saberes tradicionales indígenas. Además, los sucesivos diálogos que mantuvo en Cuernavaca con Iván Illich influyeron notablemente en sus respectivas propuestas educativas.