Desde la concepción marxista de la sociedad, la violencia no es un fenómeno al que se le hace apología per se, sino que al entender el desenvolvimiento histórico-social, se percibe que la violencia, en tanto sociedades de clase, ha jugado un papel determinante para la configuración, consolidación y declive de las mismas. Rechaza este planteamiento tanto la violencia reaccionaria como el pacifismo abstracto y reconoce la violencia revolucionaria como la única forma de transformación radical de la sociedad, que será necesaria en algún momento determinado de la historia para darle fin al modo de producción capitalista, y así, dar pie a una nueva formación social que propicie el tránsito hacia una sociedad comunista.